Inicialmente sólo tenía que mirarlo, tomar una foto y ya está. Confiaba en los 5 años de otro rostro, de otra rutina, de otras caricias… siempre lo mismo. Cinco segundos, quizás menos… Una foto y ya. Sin embargo… algo en esa nueva sonrisa, nueva mirada y aquel roce involuntario, encendió una llama. -Por nada -dijo ella respondiendo el agradecimiento por el favor y él no pudo evitar la tentación de invitarle un café. Ella era turista como él; turista de la vida -y del país, claro- La invitación surgió de un olvido. Ninguno logró recordar una cita planeada con meses de antelación. Ella se dirigió entre risas acompañada por aquellos nuevos labios hasta el café más cercano. Parecían amigos íntimos, se conocían de toda la vida. Él compró una rosa, había olvidado aquella costumbre. Durante el resto del día no habrían de recordar nada más, hablar… hablar, era lo único que podían. Hablar del clima, de religión, de política, del café, de la plaza, de la foto, del país, de amigo