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Mostrando entradas de agosto, 2011

Lorien

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 -Acaso ¿No era eso lo que querías? –Preguntó en tono frío y seco mientras con una mano pálida limpiaba de sus labios cualquier posible rastro de sangre. -¡Por supuesto que no! –Estaba nervioso, se notaba en su voz quebrada, temblorosa. Aún sostenía es sus brazos y de rodillas el cadáver de aquella mujer- y si… ¿si… alguien llegara a buscarla?... Una sonrisa cínica se dibujó en el rostro de la mujer, bajo la tenue luz de luna su piel se veía mucho más pálida y el azul de sus ojos más penetrante. -De eso debías encargarte tú, ¿no es cierto? –Se dio media vuelta dando la espalda al hombre- Éste la miró nervioso, dejó caer el cuerpo inerte y dio un paso al frente dispuesto a seguir a Kate, pero se vio interrumpido cuando encontró en su camino a uno de los seguidores de ésta. -¿Qué… qué… qué se supone que haga?- Ella no dijo nada y se hizo un silencio perturbador que se vio interrumpido por el llanto de un bebé, un recién nacido que ahora estaba

Vampiros, surgimiento.

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Hace más de dos milenios que caminan en la tierra, mucho más tiempo del que piensas. Calculemos un poco, si no te molesta, ¿qué sucedió hace dos mil años? ¿Por qué ese número retumba tan fervientemente en tu memoria? Claro, ya recuerdas: hace dos mil años caminó sobre la tierra un supuesto mesías, la única persona de la que no sospecharías para la creación de una nueva raza… de una nueva forma de vivir. Es gracias a ese mesías que volvieron a la “vida” estos seres fríos, pálidos, enigmáticos, que nunca más verán un nuevo amanecer. ¿No me crees? Veamos… conoces a Lázaro, claro que sí, lo veo en tu cara. Así se llamó el primero de esos seres vivos sin vida. Los humanos conocen su historia o al menos algo saben sobre él. Resurrección o no, nadie conoce que otra cosa sucedió, y justo allí es donde comienza lo interesante, lo bueno. El primer día de su nueva vida parecía estar enfermo, estaba pálido y viviendo en la más absoluta oscuridad, poco a poco se daría cuenta de

Gin

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Se deslizaba lentamente una gota por su frente, sentía miedo. Sus ojos apretados con fuerza y los labios conteniendo un grito. Sintió como la piel de su cuello cedía a aquellos puntiagudos colmillos ¿Quién era aquel? Podía sentir sus manos sujetándola por la cintura y su cabello entre sus dedos, ahora lo recordaba, todo aquello había comenzado como un beso. Sabía que su sangre la abandonaba, cada gota de su sangre la traicionaba, la dejaba atrás, pero ya no había miedo, sus ojos ya no estaban presionados, estaban, simplemente, cerrados; y sus labios sólo dejaron escapar un pequeño gemido, casi de placer. Él separó el rostro de su cuello, Gin sólo pudo ver aquellos ojos, negros… profundos, dos cerraduras que negaban el acceso a sus pensamientos, a su ser. La besó de nuevo, ella no pudo hacer más que corresponderle. En su boca un sabor ácido y dulce, su sangre… Sus brazos, rodeándola, sosteniéndola, sutilmente evitando que se escapara en aquel momento, pe

Caracas es Caracas

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Y ahí estaba yo, llegando a una ciudad que en nada se parecía a mi pueblo y que a primera vista no me ofrecía esos atardeceres naranjas o esas noches llenitas, llenitas de estrellas. Sólo traía conmigo una maleta. En algún lugar había leído que Caracas es Caracas y lo demás es monte y culebra, pero si yo venía de ese “demás” y no recordaba el “monte y la culebra” entonces… ¿qué era Caracas? Son las 8:30. p.m. y Caracas es todo lo que hay saliendo de esta camionetica: Unos hombres gritando las rutas de viaje, Un paseo por el terminal en el que no caminas, te llevan. Un taxi cuyo precio es capaz de hacerte tambalear Y unas calles atestadas de cemento. Así comenzó mi travesía en la gran urbe. - Señor, a la Avenida Páez- Fue lo único que pude decir mientras subía al carrito un tanto ‘estartalado por el uso y las calles descuidadas. La maleta viajaba en el asiento contiguo y yo me recosté a mirar por la ventana. Mucho tránsito, una música en la radio y una