Trozo de infancia.-






-Corre, escóndete-

Gritó con desespero y una mirada extraviada al final de la cuadra, una sonrisa que iba entre la ansiedad, la desesperación y la diversión. Me oculté lo mejor que pude tras de un árbol, agachándome lo suficiente como para que sus largas raíces funcionaran como un buen escondite mientras le veía perderse para buscar un lugar.

Un par de minutos después un nuevo rostro miraba fugazmente entre mi escondite, retuve la respiración, por inercia tal vez. Siguió su camino. Con precaución salí, miré a la izquierda, luego a la derecha y antes de poder reaccionar: - ¡1, 2, 3 eres la ere! –frase que me hacía pasar de ser la “presa” a ser el “cazador”.

Me preparé de nuevo, pero las madres de la calle se habían puesto de acuerdo y así llegaba taima del juego.

-Ricardo, ven a…-
-Cristian, ven a…-


De esa manera, uno a uno era nombrado y los seis debiamos correr ante el llamado. Sonriendo porque sabíamos perfectamente que en unos minutos nuevamente encontraríamos la forma de zafarnos para inventar un nuevo mundo para jugar. Así fue como la ere la practicamos en la jungla y mil veces estuvimos en un yate navegando a la mar, salimos en TV dando noticias, haciendo telenovelas y algunos comics que indicaban mejores finales que los propuestos en la minipantalla.


Y. Pérez.

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